Poesía
Sinopsis
En el año 1974, la artista serbia Marina Abramovic colocó alrededor de su cuerpo setenta y dos objetos divididos en dos categorías: objetos de placer y objetos de dolor. Luego invitó al público a que los usase sobre su cuerpo, transformándose, de esta manera, en otro objeto más. El fin era observar el comportamiento humano ante la indefensión.
Cuentan que Abramovic estuvo a punto de perder la vida. Al fin y al cabo, lo fácil siempre fue hacer daño. Al fin y al cabo, lo difícil siempre es amar.
Decir puedes hacerme lo que quieras es una invitación al daño, pero también es un gesto de confianza ciega, es decir, de entrega. Con el hilo conductor de aquella puesta en escena, Miguel Gane, uno de los poetas más leídos de su generación, reflexiona sobre las personas que poseen nuestro corazón, sobre cómo, a través del amor, nos ponemos en manos de otros hasta tal punto de que quien te cura también te acaba hiriendo.
Miguel Gane, uno de los poetas más leídos de su generación, reflexiona sobre las personas que poseen nuestro corazón, sobre cómo, a través del amor, nos ponemos en manos de otros hasta tal punto de que quien te cura también te acaba hiriendo.
Algunos poemas
Puedes hacerme lo que quieras
Puedes hacerme lo que quieras
Puedes morderme el cuello
hasta que mi sangre sea tuya,
arrancarme la ropa
hasta que ya no me dé pudor mi desnudez,
empotrarme contra cualquier pared
sin premeditación, pero con alevosía;
puedes ser salvaje, animal,
poética, delicada;
convencional o insólita.
En tu boca están todas las palabras
sucias bellas primarias,
en tus manos están todos los gestos
caricia arañazo golpe.
Puedes llevarme a la cama
para comerme el hambre
para beberme la sed
para cumplir tus fantasías prohibidas.
Te entrego mi cuerpo para el placer
—qué irónico entregarte mi cuerpo
para el placer—:
usa mis manos para escribir
tus silencios,
usa mi espalda para vengarte
de las puñaladas,
habla por mi boca
cuando quieras decir
las cosas que piensas
y te avergüenzan,
las cosas que sientes,
y no te atreves.
La piel es real, el sexo es real,
el placer es real,
mi verdad es un hielo
derretido en tu copa,
una bala atrapada
en tu cañón.
Clava tus espinas en mi piel
y florece dentro de mí:
soy la tierra
y tus raíces están a salvo.
Puedes atraparme, liberarme,
crearme, destruirme,
follarme, fallarme,
puedes hacer conmigo lo que quieras
con tal de que me hagas algo.
Hay que saber irse
Puedes hacerme lo que quieras
Hay que saber irse,
hay que saber abandonar el barco
sin hundirlo,
hay que saber cerrar la puerta
sin dar un portazo,
saber que a la piedra
no se le responde con más piedra,
que al daño
no se le responde con más daño.
Hay que ser elegante al marcharse,
entender que no hace falta
despedazar el abrazo
que una vez te dio calor.
No hay que romper las cartas
ni las fotos,
no hay que borrar los recuerdos
porque, más que un borrón
y cuenta nueva,
saber irse es una lección
y cuenta nueva.
Hay que saber marcharse,
comprender que las expectativas
son como el humo:
intuyes que surge de un fuego
pero ese fuego no se ve.
Nadie gana en las despedidas
porque ninguna victoria
es más triste
que decir adiós a un hogar.
Hay que saber irse
sin bombardeos,
cerrar la historia
sin destrozar el libro,
seguir caminando
sin mirar hacia atrás
y hay que entender que, muchas veces,
solamente seremos
la forma que escogimos
para decir adiós.
Marina Abramović
Puedes hacerme lo que quieras
Yo nací del pan.
Como el hambre,
yo nací del pan.
Partieron una hogaza
en dos mitades
y colocaron el cuerpo
sobre una mesa.
Todos permanecieron de pie,
atentos y expectantes:
quién dará el primer paso,
quién morderá primero.
Unos acudieron
con las manos abiertas
y otros sacaron los cuchillos.
Grabaron
el pan con sus dientes,
en su piel,
dejaron las marcas
de las hojas afiladas.
Yo nací de ese pan herido que alimenta
a hombres y mujeres,
yo nací de su hambre,
pero también de su avaricia;
nací igual de blando, igual de tierno,
mi carne era roja
y mi textura escamosa.
Como el pan que fue mi madre,
también me hice migas en sus mesas,
les entregué mi cuerpo
para saciarse,
para descubrirse,
para existir.
Parirme
fue condenarme a morir.