Poesía

Sinopsis

Las margaritas son las flores más comunes de la naturaleza y su belleza reside en su aparente sencillez. Simbolizan la pureza, la luz, la inocencia, la honestidad y la libertad. Pero, aunque puedan parecer iguales, cada una es singular.

Lo mismo ocurre con las personas.

Buscando el calor y la luz, crecemos hasta resultar lo que somos: buscadores de motivos que nos hagan abrir los párpados cada mañana.

Ojos de sol es un homenaje a la gente común pero a la vez única que inunda nuestras vidas y nos hace crecer, porque quien bien te quiere, te ayudará a florecer. Es el espejo en el que, tarde o temprano, te vas a encontrar, la flor que, antes o después, germinará en ti.

Ojos de sol

AGUILAR | MARZO 2022

Algunos poemas

Si nos volvemos a ver

Ojos de sol

Si volvemos a encontrarnos algún día,

si el tiempo nos junta con los años

como a dos extremos de un mismo hilo

que alguna vez se creyó indestructible,

si algún día, de casualidad, te veo por ahí,

en alguna calle aleatoria,

caminando con prisa, como tú sueles andar,

si la noche nos junta en algún bar,

o la música se atreve a hacer sonar nuestra canción,

si la vida tiene ese plan macabro

de jugar con nosotros al despiste,

de ser esa arma cargada de destinos,

si volvemos a tropezar de nuevo,

como dos caminantes que se cruzan en un punto del sendero

cargando todo lo aprendido,

cargando todo lo vivido,

si volvemos a encontrarnos algún día,

en las circunstancias que, en fin, nos dicte el mundo,

sabré si te he querido

y, sobre todo, sabré si hice bien

cuando me fui.

El mar

Ojos de sol

Mi abuelo nunca vio el mar.

Solo salió de su casa para hacer la mili,

para trabajar los montes,

para ir al hospital.

Mi abuelo nunca vio el mar.

Todo su mundo era la montaña,

sus cabras, sus vigilias.

No sabía muchas cosas.

Año tras año

me contaba las mismas historias

y siempre las escuchaba

como la primera vez.

A él le gustaba eso.

Se interesaba por mi vida,

yo le decía que era escritor,

que amaba la poesía,

y él me preguntaba de nuevo

que a qué me dedicaba.

Yo le explicaba que hay gente que me lee

desde el otro lado del mundo,

pero él no sabía dónde estaban esos países,

porque para él solo existía lo que conocía.

Mi abuelo nunca vio el mar,

pero yo sí. Creo que a él le bastaba.

Me preguntaba por los sitios
a los que yo viajaba,

siempre de la misma manera:

Había mucha gente, ¿no?

¿Qué tiempo hacía?

A mi abuelo solo le interesaba eso,

nada más que eso:

ver el mar a través de mis ojos.

La rabia

Ojos de sol

Vine a llevarme la vida por delante,

a eso vine.

Soy otro quiero y no puedo

de mi generación.

Vine a cuidar los hijos que no tengo,

vine a convertir los sueños en trabajo,

a tener una casa llena de plantas,

llena de libros, llena de luz;

vine a entregar mi tiempo al amor

-si es que se le puede dar el infinito

al infinito-,

acudí, sediento, a lo que me prometisteis que habría

tras el esfuerzo, tras los idiomas,

tras los dobles grados, tras el primer sueldo basura.

A eso vine.

Y nada encontré.

Para vosotros es la rabia,

para vosotros es la culpa,

para vosotros es el fracaso.

Devolvedme la esperanza

y pagadme el psicólogo.