La mirada es como una fuente. Y de esa fuente emerge la verdad o la mentira. La verdad es una mirada tan clara como el agua cristalina. La mentira, por el contrario, son dos ojos cargados con materia sucia. Y en esa suciedad hay la misma belleza que en el agua clara. Y, como todo en la vida, la verdad o la mentira dependen de los ojos que las miran.