Poesía
Sinopsis
Miguel Gane, autor referente de la nueva generación de poetas, nos transporta en sutercer poemario a un universo lleno de sensualidad, en el que los sentidos sonprotagonistas esenciales. Poemas que cuentan el inicio y fin del amor desde el erotismo y lo corpóreo como un susurro leve que enarbola la piel.
Desde Madrid a Londres pasando por París, el mundo fue nuestro por un instante. Nos quemamos en el fuego, nos revolcamos en la tierra y nos empapamos en el mar. Tan vivos, tan libres; todo lo probamos. Pero entendimos que estábamos ante el fin cuando aquello que nos había unido empezó a separarnos y, en el aire, fuimos dos aviones con rutas diferentes. Lo que queda después del amor es lo que nos define. Llevas mi piel en los labios, pero, nunca lo supe con seguridad, ¿los usaste para morderme o para besarme?
Algunos poemas
Desnuda
LA PIEL EN LOS LABIOS
Me gusta cuando te escucho entrar por la puerta,
y tus tacones resuenan tímidos por el parqué.
Te acercas con la sutileza de un gato
y lo único que se interpone entre nosotros
es una palabra tonta, una vulgar sonrisa
y, la dictadura del tirante de tu vestido.
Me gustas porque te relames los labios
como si fuéramos a repoblar el planeta entero,
y, cuando por fin estás desnuda, al completo,
no sé bien si tengo delante un cuerpo
o mil fantasías.
Siento tu piel sobre la mía
y comprendo
que el roce, más que el cariño,
deshace el frío.
Me ocupas cada poro como si fueras un abrigo,
y te conviertes en la dueña
de este hombre deshabitado,
en la patria de este errante.
Nada entre mis dedos y tu mar,
esta lengua cabalga salvaje y rabiosa
por tu cuello inmenso y tu clavícula desierta.
Me gustas, te aprieto tanto y tan fuerte
que tus lunares se imprimen en mi piel,
y entonces, viéndote, sintiéndote desnuda,
comprendo que, en noches como estas,
ninguno de los dos va a pasar hambre.
LA PETITE MORT
LA PIEL EN LOS LABIOS
Tumbada sobre la cama del hotel,
arqueas tu espalda
como si fuese un signo de interrogación
o la mitad de un círculo perfecto.
El cuerpo se estremece
y es tierna la evocación del terremoto.
Las manos viajan libres, como caballos salvajes,
desde mi pelo
a tus pechos,
se agarran a las sábanas
como si no aceptasen el paso del tiempo.
Tus ojos se cierran porque
hay placer en la oscuridad.
Dibujas en tu mente las fantasías
que solamente tú conoces
y no hay sitio para la vergüenza ni el pudor.
Los labios se entreabren
y, aunque pronuncien cosas indescifrables,
se me hacen las palabras más bonitas
del mundo.
Doblas las piernas,
te retuerces como un castigo,
y te corres
con la fuerza con la que el mar
invade la arena de la playa.
Te corres
como si de ti naciesen las nubes
o los planetas.
Tu gemido se estrella
contra las paredes del cuarto
como una gota de lluvia en el cristal.
Luego aparece la calma,
una pizarra blanca.
Somos el final de un galope
y es, precisamente,
en esa pequeña muerte,
en esa pequeña pérdida,
en ese instante de placer y egoísmo,
donde comienza la vida,
donde continúa el amor.
Asesina
LA PIEL EN LOS LABIOS
La mujer de los labios rojos y el corazón negro,
la de la lencería de encaje y los tacones altos,
la de la chaqueta de cuero y las Converse rotas,
la de las Ray-Ban y el fuego en el escote.
Ella es la culpable.
A la que han roto más veces el corazón que las bragas,
la de las botellas de ginebra bebidas a morro,
la de los polvos de una noche y los amores de una vida,
la de los bares de Malasaña y los garitos de París.
Ella es la culpable.
La del pelo color plata,
la de todos menos mía,
la de la falda ancha de cuadros del Louvre,
la de nadie, ni siquiera de ella misma,
la que no siente y por la que siento,
la musa de los poetas y la guitarra de los músicos,
la que ha llorado ya todas sus lágrimas y a la que nadie vio,
la que está loca y todos por ella,
la de las miradas vacías,
la guerrera,
la borracha de las risas,
la boca que enamoró a Benedetti.
Ella es la culpable.
La puta de Extremoduro,
la revolucionaria de Ismael Serrano,
la de las gaviotas de Chaouen,
la de la frente muy alta y la falda muy corta,
lo más rock and roll de por ahí,
la que baila sola.
Suya es toda la culpa.
La de las alas tatuadas en la espalda,
la de los puntos cardinales en formato lunar,
la de los mil libros escritos en su almohada,
la que abrió su propia jaula
y lamió la libertad,
la que se cuida las heridas,
la que ama las causas perdidas
porque en la pérdida está el sentido.
Ella es la culpable.
Es mi asesina,
la causante de mi muerte,
pero nunca nadie fue tan inocente,
pero nunca, jamás,
la culpa me supo tan bien